Feliz Navidad, Ho, Ho, Ho!!

25 de diciembre de 2013. Luis celebra su primera Navidad con sus hermanitos y su primita.

Hoy es Nochebuena y tengo mucha ilusión porque esta noche celebraremos la primera Navidad de los hermanitos de Luis. Echando la vista atrás me parece que hay un mundo entre la Navidad de hace tres años y la que vamos a celebrar estos días.

Qué diferente fueron aquellas Navidades. Repasando cada uno de aquellos días me doy cuenta de que lo más importante en la vida es tener ganas de vivirla.

Ayer recibí un comentario a unos de mis posts que me hizo recordar los primeros días en Holanda y lo difícil que parecía todo. Me recordó lo necesario que es el apoyo de la familia y los amigos y que en esos momentos te ves perdido y crees que nunca podrás recuperar el rumbo. Me gustaría poder hacer algo más que dar ánimos a esos papás y decirles que dentro de un tiempo habrán aprendido a hablar holandés y disfrutarán de muchas cosas de su viaje, pero desde este blog no puedo ayudar con mucho más que con mi experiencia. Sin embargo, nosotros pasamos por su misma situación y cuando nos decían que llegaría el día en que sabríamos disfrutar de nuestra nueva vida no nos lo creíamos. En aquellos momentos nos costaba incluso hablar de lo que estábamos viviendo y, aunque la psiquiatra que nos atendió nos recomendó un montón de veces que hablásemos con gente que hubiese pasado por lo mismo, nos era imposible sacar fuerzas para hacerlo. Y aquí me tenéis ahora, haciendo público todo lo que hemos vivido y disfrutando con cada frase que escribo y con cada comentario que recibo.

Y volviendo a la Navidad, me centraré en contar lo importante que es querer ver siempre la parte positiva de las cosas. Hay veces en las que sólo tienes que buscarla un poco, otras que tienes que hacer un gran esfuerzo por encontrarla, pero también hay veces en las que no consigues ver esa parte positiva por mucho que lo intentas. En esos momentos solo puedes aceptar que es una situación difícil y que aunque hoy no logres ver la parte positiva, mañana es posible que si que lo consigas.

Desde la última operación de Luis hemos pasado por diversos estados de ánimo y siempre hemos remontado. Hemos pasado por ilusión por ver que todo estaba saliendo bien, pero también por la desesperación de ver que volvíamos a dar un paso atrás y que los médicos se quedan sin argumentos. Hace varios días que estamos en una fase negativa y que Luis no mejora, pero nuestros ánimos no decaen y aunque los primeros días de esa fase son muy complicados, siempre miramos más allá para saber que es cuestión de tiempo aceptar la situación y volver a sonreír. En esos primeros días hay veces en que no consigues ver la parte positiva, pero es tan fácil como tener paciencia y esperar a que llegue algo que te haga volver a tener ilusión. Cuando Luis sufre con cada comida nos es muy difícil llevar bien esa situación, sobre todo por la impotencia de no poder ayudarle. Sin embargo, en el momento en que le pasan las nauseas nos dice “ya está” con un gesto de sus manos y empieza a sonreír y a querer jugar. Si él puede llevar esa situación, ¿qué derecho tenemos nosotros para hundirnos? Además, simplemente con su sonrisa nos hace olvidar los malos momentos, por lo que nos pone muy fácil que podamos remontar la situación. Esto sería el día a día y demuestra como a cada momento de preocupación le sigue uno de motivación. Sin embargo, lo importante no son solo los momentos que te ayudan animarte a lo largo del día. Lo importante es que si sabes esperar y buscar puedes encontrar la clave para dejar atrás los problemas y no sólo animarte en varios momentos al día, si no remontar realmente la situación. Tras mucho trabajo y esfuerzo, ayer Luis consiguió ponerse en posición de gateo e intentó gatear. Ese fue nuestro regalo de Navidad, el mejor regalo que nos podía traer Papá Noel y el que vamos a disfrutar y a saborear intensamente. Tanto que no vamos a dejar hueco para la preocupación. Estos días queremos ser felices y llenaremos todos nuestros pensamientos con los logros y sonrisas de Luis. Hace dos semanas nos era difícil pensar así, pero de nuevo volvemos a aferrarnos a lo bueno y cerramos la puerta a lo malo.

Y ahora es cuando comparo la situación con la que vivimos hace tres años. En estos momentos nos sentimos felices y con alegría para celebrar la Navidad con los cuatro querubines de la casa: Luis, Víctor y Pablo, su prima Paula y su tete, el diablillo Hugo. La misma noche hace tres años la situación era bien distinta.

El día 11 de noviembre de 2010 nació Luis y tuvimos que esperar casi un mes para poder llevarlo a casa. Hacía pocos días que habíamos aterrizado en Holanda, pero teníamos muchas ganas de seguir viviendo y disfrutando de la vida y no queríamos que el llegar a ese destino terminase con ellas. Durante esos días intentamos hacer una vida normal y disfrutar de Luis como hubiésemos hecho de no haber nacido con problemas. Nos hicimos una foto de familia para regalarla a los abuelitos, celebramos la cena de Navidad con la empresa y quedamos con los amigos para celebrar el nacimiento de nuestro bebé. Sin embargo, las cosas no serían tan sencillas. Tras un mes en neonatos y apenas 10 días en casa, Luis cogió una bronquiolitis y tuvieron que ingresarle de nuevo. Creo que era el 21 de diciembre cuando ingresó en el Hospital de La Ribera y pensamos que con suerte serían un par de días y estaríamos en casa para la cena de Nochebuena. Sin embargo, a los dos días Luis empeoró y tuvieron que llevarlo en ambulancia a La Fe donde lo ingresaron en la UCI. La noche de Nochebuena la pasaríamos separados de Luis, ya que sólo podíamos entrar a la UCI dos veces al día y en horario concreto. Además, sólo podía entrar uno de los papás, por lo que cada visita era muy dura porque no podíamos estar los tres juntos. Y aquí es donde aparecen de nuevo las ganas de ver el lado positivo. La noche del 24 nos dijeron los médicos que como eran fechas tan señaladas se permitiría el acceso a los dos papás. Aquello nos animó muchísimo y disfrutamos de aquel momento dejando de lado lo triste de la situación.

Durante todo nuestro viaje nunca hemos estado solos y nuestros problemas han sido iguales para toda nuestra familia, por lo que aquella noche no éramos los únicos que estábamos tristes. Los abuelitos maternos de Luis y sus tíos, sufriéndolo en la distancia, estaban sin ganas de celebrar la Nochebuena. Lo mismo sucedía con mis padres, mi hermana y mi cuñado. Sin embargo, no queríamos que aquella situación privase de la Navidad a nuestros sobrinos y decidimos que, aunque Luis estuviese en la UCI, todos celebraríamos la cena de Nochebuena. Así pues, cuando salimos a las nueve de la noche de la UCI nos despedimos de Luis felicitándole con un tierno beso que salió directo de nuestro corazón y fuimos a casa de mis padres para celebrar la Nochebuena. De nada hubiese servido amargarnos y lamentarnos por la situación, por lo que esa noche cenamos todos juntos intentando que todo fuese normal. Allí esperaba mi sobrino con ganas de abrir regalos y nos sentimos contentos por habernos animado a cenar y por no haberle privado de esa fiesta.

Hace tres años celebramos la Nochebuena aunque Luis estuviese en la UCI. El día de Navidad fue algo más triste porque no pudimos comer en familia, ya que estábamos en La Fe esperando a la hora de la visita. Al ingresar en La Ribera pensamos en que tal vez estaríamos en casa para Navidad. En Navidad pensamos que estaríamos para Nocheviaje. En Nochevieja pensamos que estaríamos para Reyes. Finalmente pasamos las navidades enteras en La Fe y no salimos hasta casi un mes después, pero supimos llevarlo con ánimos.

Lo malo no fue el tiempo que Luis tuvo que pasar en el hospital, si no las situaciones que tuvimos que vivir. Estábamos en una habitación de apenas diez metros cuadrados y la compartíamos con dos familias más, pero lo peor fue la noticia que recibimos en Nochevieja. La noche antes Luis vomitó con tan mala suerte que aspiró parte del vómito y se le metió en el pulmón. Esto hizo que sus problemas de respiración se complicasen y que tuviesen que darle antibiótico para evitar una neumonía. Sin embargo, no pudieron evitar la neumonía y ésta se complicó con una micro-perforación del pulmón. El médico nos indicó que no nos preocupásemos y decidimos confiar en él y decidir que si nos decía que no nos preocupásemos no teníamos por qué hacerlo. Así pues, salí a comprar un par de bocadillos y unas uvas para celebrar la Nochevieja y nos sentamos en el pasillo de la planta del hospital dispuestos a tener la mayor normalidad posible. Estábamos apunto de conseguirlo cuando el médico de guardia nos llamó para decirnos que había visto la radiografía y que el estado de Luis era malo. Se le había vuelto a perforar el pulmón y cuando le preguntábamos si era grave lo único que hacía era mirar al suelo y negar con la cabeza. No nos dio otra explicación y simplemente se fue y nos dejó allí para que asimilásemos lo que acababa de pasar. No recuerdo como pasó esa situación y como volvimos a recuperar la normalidad, pero se que el médico de guardia había cogido por error la primera radiografía que sacaron a Luis y cuando ya estaba todo solucionado vino a decirnos que volvía a tener la perforación. Todo quedó en un susto, pero en esos momentos me hubiese gustado ser menos paciente de lo que soy y haber salido a buscarle para cogerlo del cuello. Me alegro de no haberlo hecho, pero al mismo tiempo me hubiese gustado ponerle las manos encima.

Todavía no se como lo superamos, ya que fue un mes muy duro y si tuviésemos que volver a pasar por todo aquello sabiendo lo que me esperaba creo que no seríamos capaces. Sin embargo, mirando aquellos días no puedo más que disfrutar de lo que tenemos ahora y estoy obligado a dejar solo ilusión en mi corazón. Tenemos problemas, como todas las familias, pero queremos dejarlos de lado y centrarnos en las cosas buenas. Siempre lo hacemos, pero hoy todavía con más motivo. Estamos en Navidad y vamos a celebrar la primera Navidad de Víctor, Pablo y Paula.

Mientras escribo esto pienso que esa fortaleza y esas ganas de que todo siga normal sin que lo malo me afecte las debo haber sacado de mi madre. Recuerdo como, hace ya 21 años, murió mi abuela el día 23 de diciembre. Yo tenía por entonces 18 años y pensé que esas navidades no podríamos celebrarlas. Sin embargo, mi madre me sorprendió con una fortaleza que todavía hoy admiro y dijo que mi abuela no hubiese querido que dejásemos de celebrar la Navidad, así que tendríamos cena de Nochebuena. Muchas gracias por enseñarme a no lamentarme y a sacar pecho ante los problemas.

Feliz Navidad, Ho, Ho, Ho!!!

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