
Cuando algo se repite una y otra vez en tu día a día termina siendo normal.
Es curioso como el tiempo consigue que las cosas se vuelvan normales. Podríamos decir que lo normal es lo que sucede a todo el mundo, pero realmente es algo mucho más concreto. Lo que es normal para algunas personas puede ser algo inesperado para otras. Incluso para quien ahora ve normal algunas cosas es muy probable que antes no lo viese.
Esto puede aplicarse tanto para lo bueno como para lo malo, ya que cuando algo se repite una y otra vez en tu día a día termina siendo normal. En ambos casos es una pena que suceda esto, ya que cuando se trata de que algo malo se convierta en normal implica que te has visto obligado a convivir con ello. Cuando se trata de que algo bueno se convierte en normal significa que has dejado de disfrutarlo tanto como el primer día.
A nosotros nos sucede esto con nuestro pequeño holandés. Hemos tenido que aprender a vivir con cosas que un padre no debería saber que existen y sin embargo ahora lo vemos todo normal. Durante su primer año de vida nos acostumbramos a conectarle unos cables para dormir. Los cables iban a un detector de apneas que teníamos que utilizar para asegurarnos de que durante la noche no dejase de respirar. Cada noche conectábamos tres cables al pecho de Luis y esto se convirtió en algo normal en nuestra rutina diaria. Hasta que tuvo año y medio tuvimos que acostarle en una posición de 45º por su problema de reflujo y para que permaneciese en esta posición teníamos que hacerle una especie de columpio enrollándolo con sábanas. También esto se convirtió en algo normal. Desde hace más de una año Luis tiene que comer a través de una PEG y nos encantaría no saber lo que esa palabra significa. Por desgracia lo sabemos demasiado bien. Se trata de una sonda que tiene en la barriga y que va directa a su estómago para poder alimentarle. Tenemos que darle de comer potitos y batidos con una jeringuilla y para nosotros se ha convertido como algo totalmente normal. Sin embargo, cuando estamos fuera de casa y tenemos que darle de comer en un restaurante nos damos cuenta de lo poco normal que es. Cada vez que hacemos los preparativos con la sonda y llenamos la jeringuilla con el puré notamos como cientos de ojos son incapaces de no fijarse en esos preparativos. No les culpo, ya que yo hubiese hecho lo mismo hace unos años, pero me gustaría decirles lo afortunados que son porque eso llame su atención.
Lo mismo sucede con las nauseas de Luis después de cada comida. Para nosotros, aunque cada momento de malestar es como si nos arrancasen el corazón, se ha convertido en algo normal. Sin embargo, cuando empieza a tener síntomas en medio de un restaurante nos sentimos como el centro de atención y nos da pena que el motivo sea tan triste.
Otra de las cosas que se ha convertido en normal es que nuestro holandés tenga complicaciones con cualquier cosa que le suceda: con cuarenta días enfermó de bronquiolitis y estuvo casi un mes ingresado. Desde los tres meses vomita después de las comidas y tras cinco operaciones no han conseguido solucionarlo. Cuando le sale un orzuelo en el ojo no lo hace solo, lo hace en compañía de otros dos o tres. Le salió un granito en la mejilla que le duró todo el verano y se le enquistó, por lo que tuvieron que extirpárselo. Siempre decimos que todo lo que pilla Luis lo pilla a lo grande y aquí es donde empieza lo que ha sucedido hoy.
Nuestro holandés lleva una semana con una pequeña manchita en el ojo izquierdo y hoy hemos ido al oculista para que lo revisara. Sabiendo como es Luis y que siempre que puede pasar algo malo tiene casi todas las papeletas para que le suceda, teníamos miedo de que fuese algo grave. Bueno, voy a ser sincero, mi hermana tenía pánico de que fuese algo grave. Nunca me ha gustado preocuparme por los problemas que todavía no son problemas, así que desde que le salió esa mancha pensé que no sería nada. Estaba en la parte externa de la córnea y pensé que poco a poco desaparecería. Cuando mi hermana se la vio me llamó muy asustada para decirme que le había visto algo en el ojo. Yo le quité importancia y le dije que ya lo tenía hacía algunos días y que no se preocupase. Pensé que había quedado todo ahí, pero nada más lejos de la realidad. Al día siguiente mi hermana le dijo a mi mujer que se había asustado mucho al ver esa mancha y que estuvo hasta las dos de la madrugada buscando en Internet cosas similares. “No he podido dormir en toda lo noche” le dijo a mi mujer. Ella le había dicho en un primer momento que no quería que le contase nada, que buscar en Internet era lo peor que podía hacer, pero al decirle que no había podido dormir en toda la noche se quedó muy preocupada. Cuando me lo contó intenté quitarle importancia, ya que la información en Internet no está filtrada y puedes encontrarte casos muy extremos, pero aún así empecé a preocuparme un poco. Hasta entonces había estado seguro de que no sería nada, pero el miedo de Pilar contagiado por el de mi hermana empezaron a hacer mella en mí. Seguía pensando que todo estaría bien, pero de vez en cuando se me pasaba por la cabeza que tal vez no era así. Por eso hoy he acompañado a Pilar al oculista con Luis. Seguramente no habría ningún problema, pero en caso de que el resultado fuese malo quería estar con ellos.
Antes de seguir contando lo que tiene mi peque en el ojo voy a enlazar con la primera parte del post para poner el ejemplo de cómo puede convertirse algo bueno en algo normal. Hemos aprendido a comunicarnos con Luis, pero eso no quiere decir que él se comunique de modo normal. Para expresar alegría, además de sonreír, Luis grita. Grita de una forma especial, de una forma que nos encanta, que nos emociona. Para nosotros es mucho más que gritar, pero no deja de ser un grito. Este grito se ha convertido en algo normal cuando le cantamos o jugamos con él a cosas que le gustan y por suerte, aunque es normal, no hemos dejado de disfrutarlo. Os cuento esta parte justo ahora, antes de seguir con la visita al oculista, porque quiero que os imaginéis la situación:
Estamos en la sala de espera de la clínica. Se trata de una clínica bastante importante y, pese a estar llena de gente, el silencio se respira por todos los rincones. La mayoría de gente es mayor, lo que hace que el ambiente sea más formal todavía. Mientras esperamos a que nos atiendan saco a Luis del carro para tenerlo al brazo y empezamos a cantarle una de sus canciones favoritas “La Escuela de Muñecos“. En el momento del estribillo, y como suele ser normal, Luis empieza a gritar para demostrarnos que le gusta la canción y que sabe que es el momento en que toca gritar. ¡Madre mía como suena ese grito en medio de tanta gente callada! Nos da un poco de vergüenza romper el silencio de esa manera, pero… no podemos evitarlo y seguimos cantando a Luis. Y Luis sigue gritando. Y nosotros cantando. Y Luis gritando. Nos sentimos observados y eso hace que estemos un pelín incómodos, pero nos encanta escuchar como disfruta nuestro holandés y eso está por encima de todo. Grita Luis, grita. Grita todo lo que quieras. Y si con mis gritos tu sintieras la misma alegría que yo con los tuyos no me importaría nada subirme a la silla y ponerme a gritar en medio de la sala de espera.
Tras el concierto ofrecido por cortesía de nuestro holandés llega el momento de entrar a la consulta. Estoy nervioso, pero sigo aferrándome a la idea de que no será nada grave. Primero nos atiende un doctor que quería estudiar los músculos del ojo de Luis, pero ante la negativa de mi peque de que se acerque a su ojo lo da por imposible y nos dice que volvamos a la sala de espera hasta que nos atienda la doctora que revisará la mancha. Volvemos a sentarnos en la sala y no somos capaces de reprimirnos, así que volvemos a cantar a Luis y él vuelve a gritar. Por fin vuelven a llamarnos y pasamos para ver que puede ser la mancha del ojo de Luis. Lo normal en el caso de Luis es que si se le puede complicar algo se le complicará, así que la ley de Murphy está apunto de cumplirse de nuevo. Pero está vez no se cumplirá. Le hemos dado esquinazo y lo que tiene Luis es una pequeña úlcera seguramente por haberse dañado con un juguete. Con unas gotas y una pomada con antibiótico acabará curándose.
Lo primero que he hecho al salir de la consulta ha sido avisar a mi hermana de que todo estaba bien y que no era nada grave. Ella ha respirado aliviada y me ha dicho “UF!! Menos mal!! Creía que podría estar perdiendo la vista!!”.
Me da pena pensar lo mal que debe haberlo pasado estos días, pero me gustaría aprovechar para decir que la vida ya es bastante complicada con los problemas reales. No la compliquemos más con problemas que puede que lleguen o puede que no. Si llegan ya empezaremos a buscar soluciones, pero ¿por qué vamos a sufrir por algo que tal vez ni siquiera llegue a suceder?
Terminaré este post con una pregunta: ¿Cuántos de los sueños que has conseguido se han vuelto normales? Si esa normalidad hace que no los disfrutes como el primer día sólo tienes que pararte a pensar una cosa: ¿cómo me sentiría si los perdiese? Disfruta de todo lo que tienes y de lo que has conseguido porque si te faltase lo echarías de menos.

Hola.
Este post estaba en el blog anterior y los comentarios que se muestran a continuación son una copia de los que en su día publicaron los lectores:
4 COMENTARIOS
1.
Nuria:
25 enero, 2014 en 22:19
Como me gustan esos gritos!!! Como bien dices si mis gritos hicieran sentirse a luis igual q cómo yo me siento cuando el grita… Perdería todas mis vergüenzas!!
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o
Luis Serra:
27 enero, 2014 en 14:05
Jejeje. Verdad que si? Es genial ver como grita para demostrar que está contento. Cuando estamos en algún sitio público y grita sabemos que a la gente le parecerá raro y no sabrán que pensar, pero… si Luis está contento le dejaría gritar hasta en el cine
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2.
Pilar:
18 enero, 2014 en 10:04
Que razón tienes, es una pena estar viviendo sin a veces darte cuenta lo bonito y maravilloso que es lo que tienes en ese momento, hasta que lo pierdes y entonces te percatas de lo afortunado que eras y ahora no puedes disfrutarlo.
Hay que dar verdaderamente importancia a lo que realmente lo tiene y seguir disfrutando día a día de todo y todos lo que nos rodea sin pensar en que se puede complicar o perder, cuando llegue el momento ya nos pondremos las tiritas que hagan falta.
Muchos besos y gracias por tu nueva lección de posividad
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o
Luis Serra:
19 enero, 2014 en 11:13
Hay veces en que conseguimos las cosas casi sin darnos cuenta y no les damos el valor que deberíamos. Eso suele ser normal a medida que conseguimos satisfacer las necesidades. Otras veces las conseguimos después de luchar duro por ellas y con el tiempo olvidamos lo que nos costó conseguirlas. Nos vendría muy bien para empezar el día motivados pensar en lo que luchamos por esas metas y que si fuimos capaces de conseguirlas nos merecemos disfrutar de ellas.
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