¡Mierda, cagao, culo!

28 de mayo de 2014. Lo importante es sonreír.

Lo cotidiano puede convertirse en importante.

¿Cuántas veces os reísteis cada vez que escuchabais esa frase al niño protagonista de “La Guerra de Papá”?

Eran palabras prohibidas que no podía decir un niño y que sólo de oírlas ya nos daba la risa tonta. Para muchos son los primeros recuerdos que tenemos de decir o escuchar tacos. Desde ese momento nos llamaron la atención cada vez que decíamos mierda o culo. Ahora somos adultos y ya no nos parece algo prohibido decir esas palabras. Tampoco hay nadie que nos llame la atención si decimos caca o cagao, entre otras cosas porque ya no las utilizamos como taco. Ahora son palabras que podemos utilizar en nuestro día a día, pero con un sentido normal que les quita toda la gracia. Han dejado de tener ese riesgo divertido que corrías al decir algo prohibido para pasar a ser palabras aburridas que no tienen ninguna importancia. Lo contrario sucede con los hechos a los que hacen referencia. Cuando éramos pequeños podíamos decir en público que queríamos hacer caca y era totalmente normal. Sin embargo, ahora se ha convertido en tabú y poca gente se siente libre hablando de ir a hacer caca. Como mucho podemos decir que vamos al baño. Esos hechos que son algo cotidiano han pasado a ser algo que queremos que pase desapercibido en nuestro día a día.

Pues bien, esa parte cotidiana puede convertirse algunas veces en algo muy importante.

Recuerdo que hace años operaron a un buen amigo y tras despertar de la anestesia le dijeron que tenía que orinar. Pasaban las horas y mi amigo no conseguía orinar, por lo que poco a poco hacer pis se iba convirtiendo en una de las cosas más importantes para él. Le habían dicho que si no hacía pis tendían que ponerle una sonda y el pánico a ese momento le daba una importancia mucho mayor a orinar de la que nunca había tenido. Me atreveré a contar aquí que por desgracia no pudo orinar y tuvieron que sondarle, pero todavía recuerdo como me reía cada vez que me lo contaba poniendo especial énfasis en la parte en la que no paraba de gritar a la enfermera: “puta”, “puta”, “puta”.

El siguiente recuerdo de lo importante que puede llegar a ser algo tan normal vuelve a tener relación con el pis. En este caso el protagonista es un familiar y la situación no es tan graciosa como la de mi amigo. Tras operarle, tuvo que llevar una sonda durante algunos días para poder orinar, con tan mala suerte que un coágulo de sangre taponó la sonda y quedó obstruida. Seguro que todos recordáis algún momento en el que os habéis estado meando y no habéis podido aguantar ni un segundo más. Es una sensación que puede llegar a ser muy molesta, sobre todo si vas en el coche y pillas algún bache. Imaginaos entonces que en una de esas situaciones, cuando por fin podéis orinar, os es imposible y tenéis que aguantar durante una hora más. Eso es lo que pasó. Al llevar sonda no notaba cuando orinaba por lo que al taponarse no se dio cuenta de que no podía orinar hasta que ya empezaba a tener dolores. En ese momento tuvimos que coger el coche e ir al hospital a Valencia. Ese viaje fue un infierno y todavía recuerdo el dolor en su gesto cada vez que pasábamos por un bache o simplemente tenía que frenar en un semáforo. En ese momento poder orinar era lo más importante del mundo.

Y hasta aquí el capítulo del pis. ¿Pasamos a la caca? Oh! Ha dicho caca! Ha dicho caca!!

Salvo algunos casos puntuales en los que alguien se atreve a contar alguna anécdota graciosa, las palabras caca o cagar suelen dejarse de lado en conversaciones normales. Estas acciones también pueden llegar a ser algo primordial dependiendo de las situaciones, pero antes de entrar en detalles quiero agenciarme de una historia que me contaron unos primos. Es una historia muy graciosa en boca de mi primo y difícilmente podré acercarme a lo que él transmite, pero lo haré lo mejor que pueda.

Mis primos estaban hablando sobre la necesidad que tenía uno de ellos para poner unas rejas a su casa de campo. El otro le comentó que sabía donde había varillas de acero de las que se utilizan en las obras y que estaban tiradas en medio del campo. Con esas varillas podría hacerse unas rejas y lo único que tenían que hacer era ir a recoger las que le hicieran falta. Las varillas llevaban mucho tiempo tiradas en medio del campo y parecía que estaban abandonadas, pero para evitar que nadie les llamase la atención decidieron ir por la noche. Cogieron el coche, engancharon un remolque y se fueron dispuestos a cargar las varillas necesarias para las rejas. Dejaron el coche en la carretera, lo más cerca posible a la zona donde estaban las varillas, y se dirigieron a ver cuántas había y cuales podían servirles. Estaban ya apunto de empezar a cargarlas cuando vieron que por la carretera llegaba un coche. Se quedaron quietos mirándose y al ver que el coche iba reduciendo poco a poco la velocidad decidieron agacharse y esconderse tras unos matorrales. El coche siguió deteniendo la marcha hasta que frenó justo enfrente de donde estaban mis primos. Al detenerse el coche mis primos se miraron pensando que alguien había visto su remolque y que había parado para ver si estaban robando las varillas. Entonces el conductor apagó las luces y el motor, bajó del coche y se dirigió directamente hacia los matorrales tras los que se habían escondido. “Ya nos han pillado” pensaron. El conductor siguió caminando hacia ellos y cuando estaba justo al otro lado de los matorrales se bajó los pantalones, se puso de cuclillas y se decidió a aliviar su estómago. No llevaba demasiado tiempo agachado cuando se le fue acostumbrando la vista a la oscuridad y empezó a fijarse en que había algo tras los matorrales. Mis primos seguían agachados en silencio y en ese momento uno de ellos se quedó mirando también al conductor y le gritó: “¡Buuuu! Todavía se están riendo cuando piensan la cara de asustado que puso y como corría dirigiéndose hacia su coche con los pantalones bajados, al igual que yo sonrío cada vez que recuerdo el momento en que me lo contaron.

En estos momentos os estaréis preguntando si os habéis confundido de blog. Seguramente no entendéis los motivos por los que estoy hablando de cosas tan distintas y por qué todavía no he escrito nada sobre nuestro pequeño holandés o de sus hermanos italianos. Y sobre todo os seguirá descuadrando el título de este post “¡Mierda, cagao, culo!”. Espero que hayáis llegado hasta aquí con esa curiosidad y que no hayáis abandonado al segundo párrafo. No se si habrá valido la pena, ya que todavía no tengo muy claro como saldré de esta bola de nieve que he ido creando, pero espero que finalmente tenga sentido. Cuando empecé a escribir este post tenía muy claro lo que quería, pero fue una idea fugaz de las que duran sólo un segundo. Una de esas ideas que antes de entenderla ya se ha desvanecido y si no la anotas termina difuminándose sin que puedas llegar a recuperarla. Me puse rápidamente a escribir y le puse el título sin saber demasiado bien a donde me llevaría. Esas ideas se deben curtir en caliente y apenas pude dedicarle unas pocas líneas. Hace ya varios días desde que empecé a escribir este post y la idea está bastante fría, por lo que el final de lo que estoy escribiendo todavía no lo tengo en mente. Si habéis llegado hasta aquí, os animo a que sigáis porque llegaremos al mismo tiempo y con la misma incertidumbre al desenlace final.

Todo es relativo, incluyendo la felicidad. En muchas ocasiones he comentado que debemos disfrutar de todo lo que nos sucede en el día a día, de las cosas pequeñas que pasan desapercibidas, pero que si no las tuvieses notarías enormemente su falta. Pues para empezar a centrarnos en los positivo, paraos a pensar en un día normal. Uno de esos días que se repiten una y otra vez y que no tienes nada especial que contar, pero tampoco nada malo. Esos días seguramente tendrás en mente que te va a costar llegar a final de mes, que te aburre tu trabajo, que desearías estar de vacaciones. Sin embargo, pocas veces pensarás en lo poco que necesitas para sentirte feliz. No voy a repetir que deberías pensar en que eres afortunado por tener un trabajo, aunque no cobres mucho y odies a tu jefe. Tampoco en que deberías pensar en que falta menos para las vacaciones. Lo que te propongo es mucho más sencillo. Mucho más fácil. Piensa en ese mismo día, volviendo a casa del trabajo, con los mismos pensamientos, pero meándote sin poder aguantar ni un segundo más. En ese momento, estés en el coche, en el metro o en el bus, da lo mismo, sólo piensas en poder llegar a casa para poder hacer pis. En ese momento te da lo mismo la nómina, tu jefe o las vacaciones. Mear te haría feliz.

Pues imagínate ahora que esa sensación, esa necesidad de llegar a casa para ir al baño, no es tuya. Imagínate que esa necesidad que necesitas aliviar la está sufriendo tu hijo. Tu puedes aguantar dolor, pero ¿cómo soportas el dolor que sufren las personas a las que más quieres? Estar meándote puede ser algo puntual, algo que se solucionará en unos minutos y que no se repetirá durante un tiempo, hasta que vuelva a repetirse una situación en la que las ganas de orinar vuelvan a coincidir con la falta de posibilidad de hacerlo. Sin embargo, ¿qué pasaría si cada vez que quieres mear tienes esa misma sensación de dolor que se produce cuando la vejiga está llena y no puedes vaciarla? Imagínate que todos los días se repite esa situación una y otra vez. ¿Solucionar esa situación no sería una de las cosas que más feliz te haría? Y simplemente estamos hablando de mear, de algo que haces varias veces al día sin pararte a pensar en ello. Pues espero que, por lo menos la primera vez que vayas a mear al baño después de haber leído esto, lo hagas con una sonrisa al al recordar esta locura de post y pensar en lo agustito que estás pudiendo hacer pis con normalidad.

Ahora ya estamos en situación de poder centrarnos en lo importante, en lo que irá forjando el final de estos párrafos. Es el momento en el que volvemos a hablar de Holanda y de nuestro pequeño holandés, momento en el que este post vuelve a tener sentido en este blog. Y es que en Holanda también tienen necesidades fisiológicas.

Luis nació en una zona de Holanda que le ha obligado a ir muchas veces al hospital y ha pasado siete veces por el quirófano. Todas las operaciones han sido para solucionar su problema de estómago y en cada una de ellas se sigue el mismo proceso de recuperación. Una de las cosas más esperadas en ese proceso es el momento en el que consigue hacer caca y tirarse pedetes ya que es la señal de que su estómago e intestinos han vuelto a ponerse en marcha y todo funciona bien. Si antes os comentaba lo importante que se vuelve poder orinar cuando tienes la vejiga llena, no hace falta que os diga lo importante que se vuelve el que tu hijo pueda hacer caca después de una operación.  Durante los primeros días todo gira entorno a eso y las primeras preguntas de los médicos y enfermeras son referentes a si consigue hacer caca y tirarse pedetes. Recuerdo que una de las últimas operaciones coincidió con las fiestas del pueblo y mis padres no tenían ánimos de salir a cenar con los amigos porque su nieto estaba ingresado. La operación había salido bien, pero los abuelitos de Luis estaban preocupados y no querían salir de casa. Esa misma tarde Luis consiguió hacer caca y recuerdo que les llamé para darles la noticia al tiempo que les decía muy contento que ahora ya no tenían motivos para no salir a cenar. Luis había conseguido hacer caca y eso era motivo de celebración, por lo que debían animarse y salir a compartir esa noche con los amigos. Seguro que entre toda la gente del pueblo que estaba disfrutando de una noche de fiesta nadie podía imaginarse que había dos personas que también estaban allí gracias a una caca 🙂 .

Pero tampoco son las cacas y los pedetes holandeses los que me llevaron a escribir este post. Aunque eso ha sido muy importante en cada una de las operaciones de Luis, no es el principal motivo de llenar tantas líneas con pis y cacas. El motivo principal de un post tan guarro son los eructos.

En cada una de las operaciones de Luis hemos ido a ciegas para resolver un problema de estómago que nadie termina de entender. La primera operación era muy esperanzadora y todo salió bien. Era una operación anti-reflujo y estuvo comiendo sin molestias durante unos días, pero el mismo día en que nos dieron el alta volvió a tener muchas nauseas y ni siquiera llegamos a salir del hospital. Tuvimos que quedarnos ingresados de nuevo a la espera de una nueva operación. El motivo de esta nueva operación era que el estómago se giraba sobre si mismo e impedía el paso de la comida hacia el intestino, lo que le producía muchas nauseas. Si unimos esto a que acababan de operarle de reflujo y no podía vomitar, el malestar era imposible de parar. Antes comía y cuando tenía nauseas vomitaba y le pasaban las molestias. Ahora, con la operación anti-reflujo, comía, tenía nauseas, pero no podía vomitar, por lo que las nauseas no cesaban y se nos hacía eterno ver lo mal que lo pasaba nuestro pequeño. Incluso en ese momento, con el bajón de pensar que todo volvía a empezar, que no podíamos ir a casa y que todo estaba peor que antes, le vimos el lado positivo: menos mal que nos había pasado en el hospital y que podrían operarle rápido sin entrar en lista de espera.

Esa segunda operación consistió en fijar el estómago para que no se girase y que el alimento pudiese pasar bien al intestino. La recuperación fue rápida y Luis pronto consiguió que su estómago e intestino se pusiesen en marcha. A los pocos días nos dieron el alta y durante casi un mes estuvimos disfrutando de alimentar a Luis con cuchara sin que tuviésemos que forzarle a tragar. Pero poco a poco fue cerrando la boca al tiempo que empezaban de nuevo las nauseas. En este caso, pese a tener hecha la operación anti-reflujo, empezó a vomitar más hasta el punto de hacerlo en todas las comidas.

Tras un tiempo luchando contra esta situación decidieron que el problema de Luis era que la parte inferior del estómago seguía suelta, por lo que volvieron a programar otra operación. La sujeción del estómago la habían hecho en la parte superior y no había sido suficiente, por lo que teníamos que volver a pasar por el quirófano. La operación volvió a salir bien y la recuperación fue rápida, con caca incluida 🙂  .

Pero de nuevo la alegría duró sólo unos días y pronto volvieron las nauseas y los vómitos. Ya no sabíamos que más podía estar pasando a nuestro holandés, pero todo indicaba que de nuevo tendría que volver al quirófano.

Todo volvía a repetirse. La operación salía bien, Luis se recuperaba pronto, pero a los pocos días volvía a tener nauseas. Los médicos estaban muy pendientes del historial de nuestro hijo, pero en cada operación nos parecía que iban más perdidos. En este caso parecía que había algo en el intestino de Luis que provocaba una obstrucción, lo que hacía que el alimento no circulase bien y el estómago estuviese lleno durante mucho más tiempo de lo normal. Pocas veces debe haber unos padres con tantas ganas de escuchar y unos cirujanos con tantas ganas de contar que han encontrado algo mal al abrir a su hijo. Tanto nosotros como los médicos esperábamos que al salir del quirófano nos dijesen que habían visto algo en el intestino de Luis que explicase todos su problemas. Sin embargo, fue muy triste saber que todo estaba normal y que no había nada que pudiesen hacer para solucionar sus problemas. ¿Qué puedes arreglar cuando no hay nada estropeado? Dejando de lado esta decepción, por suerte, de nuevo tuvimos una rápida recuperación y la caca volvió a aparecer.

Resalto una y otra vez que Luis conseguía hacer caca después de cada operación porque era una de las cosas que más nos preocupaba y que más tranquilidad nos daba cuando sucedía. El primer día después de las operaciones siempre iba muy bien. El segundo día era cuando Luis empezaba a comer y esa noche solía tener muchas molestias por los gases. Estas molestias solían pasar en el momento en el que conseguía hacer caca y tirarse pedetes. Esas noches en las que nuestro holandés no dejaba de quejarse nos parecía que lo más importante del mundo era que pudiese hacer caca y el ruido de los pedetes era el mejor sonido que podíamos escuchar. Ya hubiese querido Beethoven que unos oídos tuviesen tantas ganas de escuchar sus sinfonías como nosotros de escuchar los pedetes de Luis.

En este momento Luis ya había dejado de comer y la alimentación tenía que ser a través de una sonda que le habían colocado en la nariz. Estuvo tanto tiempo alimentándose a través de esa sonda que nos parecía hasta normal. Sólo ahora, al mirar las fotos de aquellos días, nos llama la atención ver esa sonda saliendo de su nariz. Parece mentira como llegas a acostumbrarte a lo que ves diariamente, por extraño o impactante que pueda resultar para otras personas.

Tras un tiempo en lista de espera llegó la hora de  cambiar aquella sonda provisional por una que iría directamente a su estómago. Teníamos muchas ganas de que llegase ese momento para que Luis pudiese descansar y no estuviese soportando a diario la sonda en la nariz. Volvíamos a ir con ilusión a esta quinta operación y teníamos la esperanza de que fuese la solución. Una vez más, todo salió bien y tras una primera noche tranquila y una segunda con molestias por los gases, llegó de nuevo la caca y con ella cesaron las molestias. Nos dieron el alta y salimos esperanzados en que esta última operación fuese la definitiva. Habían hecho algo nuevo y por su explicación, alimentarle a través de esa sonda haría que no tuviese más molestias. Tras el resultado de las operaciones anteriores sabíamos que durante unos días todo iría bien, por lo que el éxito lo veríamos día a día. Si pasaban varias semanas y las nauseas no volvían llegaríamos a respirar tranquilos. Sin embargo, en esta quinta operación no llegamos a tener nervios por si había tenido resultado o no, ya que el mismo día en que llegamos a casa volvió a tener nauseas y no llegó ni siquiera a comer por la boca.

Desde esta operación hasta la siguiente pasaron muchos meses y durante todo este tiempo Luis estuvo alimentándose sólo por la sonda. Ni siquiera podíamos darle agua por la boca. Aún así, las molestias eran continuas. La única ventaja es que podíamos conseguir alimentarle e intentar que recuperase algo de peso. Y con este día a día llegamos a su sexta operación. Una vez más, quisimos tener esperanza y fuimos al quirófano pensando que esta vez sería la última. Por fin solucionarían el problema de Luis. La decisión de esta nueva intervención tenía una base lógica y eso nos daba muchos ánimos. En la última prueba que le hicieron vieron que volvía a tener reflujo, lo que indicaba que lo que hicieron en la operación anti-reflujo había dejado de funcionar. Este era el motivo de que nuestro holandés siguiese con molestias y no quisiese comer. De nuevo nuestro campeón nos sorprendió con una rápida recuperación. Como esperábamos, los pedetes y la caca llegaron, pero esa operación trajo una sorpresa inesperada. Tras muchos meses de no abrir la boca para comer pensábamos que tendríamos que trabajar mucho con él para que aprendiese a volver a tragar. Sin embargo, y para nuestra grata sorpresa, a los pocos días de la operación empezó a comer sin problemas.

Esa fue su sexta operación y si he comentado que ha pasado por siete operaciones es porque tampoco funcionó. Lo único que se ha conseguido en cada operación ha sido cambiar el tipo de molestias que sufre Luis, pero todavía no se ha podido ponerles fin. En esta sexta operación apareció una nueva molestia que no habíamos descubierto hasta entonces. Ya no había problema de reflujo, pero aparecía un nuevo problema con el que no contábamos: el aire. Gracias a tener la sonda directamente al estómago nos dimos cuenta que cuando nuestro pequeño tenía nauseas, si abríamos la sonda salía mucho aire y las nauseas desaparecían. No habíamos podido poner fin a las molestias de Luis, pero habíamos descubierto como aliviarlas. Desde entonces, en cada comida tenemos que estar dándole masajes para que pueda salir todo el aire que le molesta y así no tener nauseas. Es un proceso largo que dura casi una hora, pero por lo menos conseguimos que el día a día de nuestro campeón sea más fácil. Da pena ver como le cambia la cara cuando llega la hora de la comida y nos ve acercarnos con las jeringuillas y la sonda para darle de comer, pero es un alivio pensar que después de todo el proceso y de sacarle el aire, Luis puede sonreír.

Gracias a descubrir que las molestias de Luis tenían relación directa con el aire conseguimos que le hiciesen una nueva prueba mucho más completa para estudiar el vaciado de su estómago. El resultado de esta prueba fue que tras cuatro horas de digestión, Luis seguía teniendo el estómago lleno. Esto explicaba el que tuviese tanto aire, ya que al no pasar la comida hacia el intestino, tampoco pasaba el aire que tragaba, lo que le provocaba todas sus molestias. Con esta explicación se decidió volver a operarle por séptima vez. El objeto de esta operación era poder hacer más grande la salida del estómago al intestino para que la comida pasase mejor. Esto haría que el aire también circulase y que dejase de tener molestias.

Esta operación es muy reciente y no hace ni dos meses, pero el resultado tampoco ha sido el esperado. Luis sigue teniendo los mismos problemas y cada comida tenemos que hacerle masajes hasta conseguir sacar todo el aire que le molesta. Es ahora cuando empiezo a ver con más claridad la idea que pasó por mi mente cuando decidí escribir este post. Debido a la operación anti-reflujo nuestro pequeño no puede eructar y eso hace que todo el aire que traga se le quede en el estómago. Estoy convencido de que si pudiese sacar el aire que le molesta, bien por la garganta, bien por el culete, sus nauseas desaparecerían. Oírle eructar o tirarse muchos pedos sería lo que más felices nos haría, ya que implicaría que pondríamos fin a su malestar y a sus visitas al quirófano. Dudo que en estos momentos haya palabras más importantes para nosotros que PEDO o ERUCTO, palabras que no solemos sacar en una conversación de nuestro día a día. ¿Hay algo más normal que tirarse un pedo o eructar? Para todos es algo normal y nadie le da importancia o valor, pero para Luis significaría decir adiós a sus nauseas. ¿Alguien habría pensando al principio del post que la vida de nuestro pequeño holandés y la de las personas que le rodean podría depender tanto de esas palabras? Para nosotros esas palabras son una meta, algo que esperamos alcanzar algún día, pero hasta entonces nos cargaremos de esperanza para pensar que llegaremos a conseguirlo.

Acompañar a nuestro hijo al quirófano siete veces, estar esperando a que el médico salga para informarnos de que todo ha ido bien, pasar el post-operatorio y luego los nervios de si la operación será efectiva ha sido muy duro. También ha sido complicado ir sumando operaciones sin éxito y encontrar esperanzas de que la siguiente será la definitiva. Pero a casi todas las cosas difíciles se les puede poner buena cara. Nosotros hemos querido llevarlo del mejor modo posible y viendo siempre la parte buena de cada momento. Por eso he querido transmitir esos duros momentos y lo difícil de la situación actual en un post que no sea triste ni emotivo. He intentado demostrar que hasta las situaciones difíciles se pueden llevar de un modo alegre y espero haberos arrancado alguna sonrisa con este post de tacos infantiles.

Cada día está compuesto por miles de pequeñas cosas que nos pasan desapercibidas, pero que son muy importantes. Seguro que mañana cuando suene el despertador te encantaría poder dormir veinte minutos más. Son cosas en las que no nos fijamos, pero que deberíamos aprender a disfrutar. No es necesario llegar a un caso extremo como el de nuestro pequeño holandés para que algo básico se convierta en algo sumamente importante. Simplemente disfruta. Disfruta de respirar, de ver el sol, de sonreír, de sentir el viento en la cara, de saludar a un amigo. No esperes a necesitar algo para saborearlo. Disfrútalo ya! Lo que disfrutes hoy será un buen recuerdo mañana. Los buenos recuerdos ayudan a sonreír, aunque sean por cosas tan simples como la simpática frase de una película: “¡Mierda, cagao, culo!”.

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Una respuesta a «¡Mierda, cagao, culo!»

  1. Hola.

    Este post estaba en el blog anterior y los comentarios que se muestran a continuación son una copia de los que en su día publicaron los lectores:

    2 COMENTARIOS

    1.
    Yolanda Alcaide:
    20 junio, 2014 en 20:11
    Jajajajajaja!!!! Has conseguido lo que querías: arrancar sonrisas!!! Objetivo cumplido!! Me encanta como de la adversidad y los malos momentos, siempre encuentras la manera de dar un toque de humor.
    Ha sido divertido leer este post pese a que has hablado de las operaciones de Luís y sus resultados negativos. Parece y es una contradicción pero precisamente eso es lo que te proponías al escribirlo, me equivoco?? Pues venga, a partir de ahora las palabras pedo y eructo van a ser maravillosas!!! Y caca también, por supuesto!! Por cierto, acertadísimo el título del post!!! Y acabo con otra sonrisa, jajajaja!!! Un beso!!

    o
    Luis Serra:
    28 junio, 2014 en 12:44
    Hola Yolanda. Si te he arrancado algunas sonrisas mientras has leído el post, me doy por satisfecho. Los malos momentos no estamos obligados a vivirlos con mala cara. Eso no ayuda. No digo que los llevemos siempre con una sonrisa, pero si con esperanza. No te puedes imaginar la alegría que nos da cuando escuchamos que Luis se tira un pedete. Es una pena que eso suceda muy pocas veces, pero seguro que poco a poco serán más Un beso!

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