
Sin palabras.
Soy de la opinión de que en España hay algunas situaciones que no estamos preparados para saber cómo actuar. Tal vez se te vengan varias cosas a la mente en este momento: saber decir que NO, saber aceptar un favor,… Seguramente habrá muchas cosas más, pero no me refiero a ninguna de ellas. Lo que no sabemos muy bien cómo llevar es saber aceptar un cumplido. No debería ser nada complicado, pero cuando alguien te valora no sabes cómo reaccionar.
Eso nos pasó hace unas semanas. Nos sentimos tan orgullosos, nos impresionó tanto, que no supimos cómo reaccionar. Luego, en frío, te vienen a la cabeza cientos de respuestas de agradecimiento, pero en el momento justo te quedas sin palabras.
Nos hemos pasado los últimos cuatro años buscando el lado positivo de las cosas y cada vez nos ha costado menos. Antes de que naciese Luis nos gustaba disfrutar de cada pequeño detalle de la vida y nunca nos hemos arrepentido de no haber disfrutado más porque siempre hemos dado gracias de lo que tenemos. Como digo en la presentación de este blog, “junto a mi mujer disfruto de cada momento y todo es la excusa perfecta para celebrarlo. Si salimos a cenar a una cafetería porque no hay nada más abierto y el camarero nos atiende bien, lo disfrutamos como la velada perfecta y como si fuese lo mejor que podría pasarnos en ese momento”. Al nacer Luis y ver que aterrizábamos en Holanda por obligación, pensamos que eso se había acabado. Llegar a Holanda fue sinónimo de despedirnos de aquellas cenas en las que las conversaciones giraban en torno a comentarios como “qué felices que somos”, “qué más podemos pedir, tenemos todo lo que necesitamos”. Durante varios meses estuvimos convencidos de que no volveríamos a ser felices, pero un día nos propusimos que la vida no tenía por qué cambiar. Habíamos llegado a un destino desconocido y en el que no queríamos estar, pero estábamos allí y sólo teníamos dos opciones: seguir lamentándonos o decidir conocer aquel país y empezar a disfrutar de él.
Desde aquel momento empezamos a disfrutar de todo lo que pudiese ofrecernos Holanda sin pensar en que habría cosas que echaríamos en falta. Llorar por lo que no podíamos tener no tenía sentido y lo único que conseguíamos era perder un tiempo precioso que luego no podríamos recuperar. Teniendo esto claro, empezamos a centrarnos en disfrutar y en olvidarnos de las lágrimas. Conseguimos bastante rápido dejar de pensar en aquellas cosas que nunca tendríamos en nuestro nuevo destino y aprendimos pronto a valorar la tierra que pisábamos, pero muchas veces nos dábamos cuenta de que nuestros pensamientos se perdían en otros tipos de preocupaciones. Ya no pensábamos en lo que podríamos estar haciendo en España, pero no conseguíamos disfrutar de Holanda porque no parábamos de preocuparnos por el tiempo que haría mañana o por la zona de aquel país a la que tendríamos que viajar en unos meses. Este tipo de preocupaciones fueron las que más nos costó superar, pero con los meses también aprendimos a hacerlo. Llegó un momento en el que no nos preocupaba saber si mañana tendríamos que estar en Ámsterdam, Rotterdam o en un campo de tulipanes. Lo importante era ser felices donde estuviésemos ese día y si al día siguiente teníamos que viajar a un pequeño pueblo, una gran ciudad o una pradera con molinos, nos adaptaríamos para disfrutar de ese nuevo entorno.
Conseguir aceptar esto hizo que nuestro día a día fuese totalmente distinto y sin darnos cuenta disfrutábamos por inercia. Ya no teníamos que recordarnos que debíamos disfrutar lo que teníamos sin pensar en lo que no llegaríamos a tener ni en lo que sucedería mañana. Simplemente disfrutábamos del momento y lo mejor de todo es que lo hacíamos de modo natural. Tanto, que pronto nos dimos cuenta de que volvíamos a estar cenando compartiendo un par de bocadillos y nos atrevíamos a murmurar “que felices somos”. Todavía no lo decíamos en voz alta como lo hacíamos antes, pero empezábamos a tener mariposas en el estómago cada vez que nos dábamos cuenta de que podíamos ser felices en Holanda.
Parte de nuestro recorrido por Holanda fue en una zona muy especial. Allí, al igual que en España, hay colegios y guarderías, pero son especiales porque tienen que adaptarse a las necesidades de sus habitantes. En nuestro caso la guardería a la que llevamos a nuestro pequeño holandés fue el PROSUB. Nuestra llegada a aquella guardería especial estuvo precedida por muchos temores y nuestro paso por ella fue testigo de nuestra aclimatación a nuestro nuevo país. Llegamos pensando que estábamos perdidos en un destino desconocido y que difícilmente conseguiríamos adaptarnos y salimos disfrutando del país como si siempre hubiésemos vivido allí. Antes de llegar al PROSUB teníamos una casa en Holanda. Con el paso del tiempo, dejamos de tener una casa allí para pasar a tener un hogar.
Una casa pueda estar vacía, pero un hogar está formado por la familia. Todos nuestros esfuerzos por querer disfrutar de Holanda hicieron que pudiésemos tener ese hogar, pero una de las claves fue la llegada de los dos hermanitos de Luis: Víctor y Pablo. Ellos nos permitieron viajar a Italia y, aunque ya nos habíamos adaptado a vivir en Holanda, el hecho de poder viajar siempre que quisiésemos a Italia hizo que por fin pudiésemos gritar de nuevo ”qué felices que somos”, “qué más podemos pedir, tenemos todo lo que necesitamos”.
Sin embargo, nuestra vida en Holanda no fue fácil y estuvo salpicada de demasiadas visitas a sus hospitales. Vivir el día a día sin obsesionarnos en el mañana hizo que pudiésemos remontar todas aquellas situaciones.
Todos nuestros amigos del PROSUB fueron testigos de nuestras andaduras por Holanda y de cómo habíamos ido formando un hogar y una familia holandesa, pese a las barreras que habíamos encontrado. Esto mismo es lo que nos lleva de nuevo a los inicios de este post.
Hace unos meses se celebró en el PROSUB el 10º aniversario del CDIAT (Centro de Desarrollo Infantil y Atención Temprana) y asistimos con nuestro holandés y nuestros italianos para disfrutar del evento. Durante estos diez años han pasado por el CDIAT más de quinientas familias que, como nosotros, acababan de llegar a Holanda. La celebración, además de la parte gastronómica, se basó en una emotiva presentación acompañada de fotos recopiladas desde sus inicios. En ellas se mostraba a las personas involucradas en el proyecto que habían colaborado desde sus inicios hasta la fecha. El broche final fue un bonito mural que colocaron en las paredes de la entrada en las que se veía a muchos de los niños que habían pasado por el centro. Las fotos de los niños estaban pegadas en unos vagones de tren que eran arrastrados por una locomotora. En esa locomotora aparecían las fotos de los profesionales encargados de que los niños tuviesen las terapias adecuadas. Ellos eran los maquinistas que hacían funcionar el CDIAT para poder arrastrar a todos los vagones de niños. Pero para que la locomotora funcionase también necesitaba carbón. Ese carbón lo formaban las familias y un conjunto de palabras que cobraban una importancia enorme para que el tren pudiese viajar. Un conjunto de palabras que requerían del protagonismo de profesionales, niños y familias: Acogida. Amor. Compañerismo. Dedicación. Comprensión. Superación. Gratitud. Juego. Besos. Ilusión. Constancia. Esperanza. Generosidad. Cercanía. Alegría. Aprendizaje. Confianza. Serenidad. Sueños.
Aquí es donde, ahora en frío, me vienen a la cabeza cientos de palabras de agradecimiento. Aquí es donde nos quedamos sin palabras. No supimos cómo reaccionar en el momento en que vimos que esas quinientas familias estaban representadas por una foto. Una foto en la que aparecían dos papás con su campeón holandés, todavía en la UCI tras una de sus operaciones.
Qué extraño resulta que, tras todos los miedos y temores, toda la inseguridad de los primeros días, nos tomen como ejemplo de familia que ha sabido establecer su hogar en Holanda y disfrutar de su viaje. Qué lejos quedan aquellos días en los que íbamos perdidos con las maletas de un lado para otro temiendo que nunca volveríamos a vivir felices. Se me erizan los pelos de la emoción cada vez que recuerdo el momento en que vi nuestra foto colgada en la locomotora y me dio un vértigo terrible pensar que estábamos representando a tantas familias.
Esa noche nos quedamos sin palabras para expresar toda nuestra emoción y como nos sentíamos en aquel momento. Hoy, mientras redacto estas líneas para intentar transmitir la alegría que nos dio que nos viesen como una familia luchadora que ha sabido adaptarse a su viaje inesperado, apenas quedan dos días para que se celebre la cena de gala del 10º aniversario del CDIAT. En esa gala disfrutaremos de nuevo del vértigo que nos provoca volver a representar a tantas familias con niños holandeses. En la presentación hablaran del centro desde tres puntos de vista distintos: los profesionales que trabajan allí, los niños que asisten a las terapias y las familias que viven en Holanda. Desde este último punto de vista hablaremos nosotros contando nuestra experiencia y lo que fue para nosotros llegar a Holanda y encontrar la ayuda de todos los profesionales del centro. Entonces no nos quedaremos sin palabras y podremos agradecer a toda la gente del CDIAT lo que han hecho por nosotros desde que llegamos a Holanda.
La sensación de unos padres cuando están enseñando a caminar a su hijo y éste consigue andar no es sólo de felicidad. Es también de satisfacción por las cosas bien hechas. Todos conocemos o nos imaginamos esa sensación, pero… ¿te has parado a pensar en la alegría de ese hijo al ver que empieza a dar sus primeros pasos él sólo? Debe ser una mezcla de sensaciones muy difícil de explicar: satisfacción, agradecimiento, alegría, libertad, realización, emoción, cariño. El niño no conoce apenas el significado de esas palabras, pero en su interior está disfrutando de esa combinación de sentimientos. Así mismo nos sentimos nosotros. Somos el niño que empieza a andar, que aprende a correr, gracias a unos padres que pusieron todo su empeño en que lo consiguiese. Se preocuparon de que tuviese los mejores zapatos, de encontrar el suelo más firme, de enseñarle a cómo poner un pie detrás de otro e incluso de ponerle rodilleras por si las necesitaba. Esos padres son todos los profesionales del PROSUB que demostraron una gran pasión y amor por su trabajo y que ahora lo ven recompensado viéndonos correr por los paisajes holandeses.
Ahora sólo falta que todos disfrutemos de que el próximo en aprender a caminar sea el motor de nuestra locomotora: nuestro campeón holandés.

Hola.
Este post estaba en el blog anterior y los comentarios que se muestran a continuación son una copia de los que en su día publicaron los lectores:
10 COMENTARIOS
1.
Antonio Recio (@mminaslamoral):
28 julio, 2015 en 17:38
Hola Luis y familia.: Mi pequeña aportación de hoy a la felicidad la podeis encontrar en el siguiente video. Sois una familia digna de admiración desde el primero hasta el ultimo y a partir de ahora estaré en contacto con este blog para ayudar en lo que pueda. En busca de la felicidad https://youtu.be/Iz_D1bNTMNs
–
o
Luis Serra:
16 noviembre, 2015 en 23:45
Hola. Disculpa que no te contestase antes, pero he tenido el blog muy abandonado durante estos últimos meses. Hace un par de días lo retomé para escribir un nuevo post y me di cuenta de que no te había contestado. Muchas gracias por el vídeo y por tus palabras.
–
2.
trusca:
8 junio, 2015 en 22:33
Sin palabras nos dejais vosotros, no pudieron elegir mejor.Sin palabras nos dejasteis a todos.
–
o
Luis Serra:
10 junio, 2015 en 18:24
No hacen falta las palabras. Todo lo que hemos vivido lo hemos compartido con vosotros. Las preocupaciones y alegrías las hemos vivido juntos. Un gesto transmite más cariño que mil palabras. Gracias por estar siempre ahí. Un beso.
–
3.
Pilar:
4 junio, 2015 en 17:27
Os sentiréis orgullosos de que os hayan escogido y seguro que para el resto de los papás es un placer estar representados por personas tan excepcionales como vosotros. Un beso
–
o
Luis Serra:
4 junio, 2015 en 19:07
Si
Nos sentimos muy orgullosos. Nos parece casi increíble recordando como estábamos hace cuatro años. Muchas gracias por tus palabras. Un beso.
–
4.
blanca:
3 junio, 2015 en 22:32
Muchas felicidades. Yo tambien os pondria de ejemplo.
Es increible como habeis hecho florecer Holanda y como cada dia intentais tocar con los dedos Italia.
Enhorabuena
–
o
Luis Serra:
3 junio, 2015 en 22:57
Muy pocas veces me han puesto de ejemplo para algo y seguramente alguna de ellas habrá sido para algo malo. Y ahora, en el proyecto más importante de nuestra vida, ha llegado el momento. Es emocionante mirar atrás y ver cuanto hemos recorrido y que hemos sabido circular por Holanda en la dirección correcta. Holanda florece con más colores que nunca. Un beso.
–
5.
Dolores Comes:
3 junio, 2015 en 21:44
que grandes sois. enhorabuena, seguro que representais a todos los papas excelentemente. a los de holanda y a los de españa.
un abrazo
–
o
Luis Serra:
3 junio, 2015 en 22:48
La verdad es que da vértigo que nos hayan escogido para representar a tantas familias, pero al mismo tiempo es una gran satisfacción. Esperamos que nuestro agradecimiento al PROSUB lo compartan todos ellos. Un beso.
–