
Normalidad.
Es increíble cómo cambian las cosas con el tiempo. Todavía recuerdo como fue el inicio de este blog y el dolor y la pena que sentimos cuando fuimos a visitar el colegio de Educación Especial al que tendríamos que llevar a Luis. Nos sentimos tan tristes que tuve la seguridad de que era el motivo perfecto para empezar a escribir. Si conseguía sacar de aquella experiencia algo positivo sería el post perfecto para dar inicio a Tan Sencillo como Darle la Vuelta.
Siempre he pensado que es mucho mejor buscar el lado bueno de las cosas que quedarnos con la parte amarga y eso es lo que intento transmitir cada vez que me siento delante del teclado, pero cuando escribí aquel post poco imaginaba que terminaría disfrutando tanto del lado bueno de aquella situación.
Empecé a describir la tristeza que sentimos al pensar que nuestro hijo tendría que ir a un colegio especial y tuve que esforzarme para llegar a animarme y ver la parte positiva de aquello. Insisto en que es mucho mejor buscar el lado positivo de las malas situaciones, pero hay veces en que ese lado está muy escondido y encontrarlo requiere de un esfuerzo muy grande. Sin embargo, unos dos años después de aquella vivencia me siento feliz cada vez que pienso que nuestro holandés está yendo al cole. No es un bache que tengo que superar cada mañana. Ni siquiera es algo triste a lo que me he acostumbrado y que intento que no me afecte. No. Pensar en que nuestro campeón va al cole hace que su día a día, nuestro día a día, sea normal. Luis tiene una rutina normal, como la de cualquier otro niño, y eso me llena de alegría.
Hubo un momento en que aquello nos afectó intensamente, pero hoy es una parte de nuestra vida que nos ha ayudado enormemente a vivir más felices.
Una de los temores que tuvimos al saber que habíamos viajado a Holanda fue pensar en que todo dejaría de ser igual. Nuestra vida ya no sería como antes y los proyectos e ilusiones tendrían que cambiar. Gran parte de esos pensamientos se centraba en que al haber viajado a Holanda, ya nada sería normal. Creíamos que estábamos obligados a decir adiós a las cosas de nuestro día a día y que tendríamos que aprender a hacer otras cosas distintas al resto de los papás. Aquel temor se fue quedando atrás con el paso del tiempo y poco a poco nos dimos cuenta de que en Holanda la vida es igual de normal como en Italia. Se habla otro idioma, cambia el paisaje, el clima, pero todo lo demás es prácticamente igual. Llegar a esta conclusión nos llevó un tiempo, pero ha sido una de las sensaciones que, sin darnos cuenta, más nos han ayudado.
Para nosotros, ver que hacemos las cosas habituales que suelen hacer los otros papás hace que confirmemos que en Holanda la vida es igual como en Italia. Nos sentimos muy felices allí, aunque eso no quita que sea muy placentero sentir que muchas sensaciones son iguales que las que sienten los que hablan italiano.
Durante el primer año de cole de Luis apenas pudo asistir a clase. Las distintas operaciones de estómago que tuvo, los problemas con su alimentación y las visitas a sus médicos hicieron que faltase más de lo que nos habría gustado. Sin embargo, este segundo año, salvo por alguna terapia a la que tenemos que llevarle, no ha perdido apenas ningún día de cole. Ahí es donde vemos la normalidad.
Nunca hemos querido ponernos las manos en los ojos para evitar pensar que su cole es de Educación Especial. Tenemos los ojos muy abiertos y somos muy conscientes de a donde llevamos a Luis y sabemos que es donde mejor está. La normalidad la vemos en que por fin hemos abandonado los hospitales para poder llevar a nuestro campeón a su cole holandés diariamente, haciéndole madrugar, llevándole al autobús y disfrutando de los fines de semana.
Pero llevar a nuestro hijo al cole no sólo se ha convertido en algo normal. Esa normalidad nos llena de alegría, pero ha habido momentos en que hemos tenido la suerte de superar esa alegría y convertirla en emoción. Los dos primeros momentos de emoción los vivimos en la función de final de curso y en la función de Navidad. El último y más reciente fue hace apenas unos días.
Su “tía” Alba es la que se encarga de llevar a Luis al autobús todas las mañanas y últimamente se llevaba a su hermanito Víctor para que le acompañase. Ver salir a Víctor contento para acompañar a su tete Luis al autobús es algo que hace que empecemos el día con energía positiva extra, pero hasta hace unos pocos días no supe lo emocionante que podría ser vivir aquella situación.
Pablo se quedaba desayunando conmigo mientras Víctor iba a acompañar a su tete al cole, pero un día, mientras desayunábamos los dos y nos despedíamos de Luis, le miré y le dije: “¿quieres que vayamos a acompañar también al tete al autobús?”. Todavía no ha aprendido a hablar, pero su afirmación fue tan tierna como simpática: “Hi”. Dejamos el desayuno en la mesa y nos unimos a Víctor para acompañar al tete Luis al autobús. Los tres iban muy contentos y la imagen me parecía tan bonita que no imaginaba que pudiese mejorar. Pero lo hizo. Vaya si mejoró.
Al llegar a la parada esperamos unos minutos al autobús y cuando llegó, mientras bajaban la rampa para subir el carro de Luis, los dos italianos subieron con su “tía” para llevar la mochila a su tete Luis. Me quedé mirando como subían a Luis por la rampa con una sonrisa mezcla de satisfacción, felicidad y emoción por ver la ilusión con la que sus hermanitos le subían la mochila al “tete Lis”, pero cuando les vi aparecer para dársela y que la colgasen en el carro se me hizo un nudo en el estómago. Apenas fueron unos segundos, pero las imágenes de aquella primera visita al cole, aquel primer post y lo que me costó ver el lado positivo se cruzaron en mi mente para compararlas con lo que estaba viviendo. Estaba disfrutando al ver como mi hijo estaba en un autobús holandés mientras sus hermanos subían a despedirse. Para rematar la belleza de esa imagen, al bajar Víctor y Pablo del autobús, los niños holandeses les despedían diciendo adiós desde las ventanas y mis italianos respondían contentos con sus manitas.
Poco podía imaginar al salir de casa que me dirigía a disfrutar de una de las imágenes más bonitas que puede tener un padre: el cariño entre sus hijos.
Igual como ir al cole es uno de los aspectos que más nos han ayudado para disfrutar de la normalidad, hay una parte vinculada a la infancia que no podemos dejar de lado y esa parte nos llegó ayer por sorpresa: la primera travesura holandesa.
Cuando Luis empezó a gatear lo hizo en el salón y durante mucho tiempo, aunque cada vez gateaba con más soltura, no salía de él. Poco a poco empezó a asomarse a la cocina, pero sin llegar a meterse. Ahora ya no tiene límites y le encanta empezar a investigar el resto de partes de la casa. Se mete en la cocina para tocar las luces del lavavajillas, va al lavadero para jugar con los controles de la lavadora y se mete en el pasillo cuando nos oye en la habitación. Con esa movilidad, era lógico que llegase la primera travesura. En el salón tenemos una gran parte de zona de juegos con unas estanterías para guardar las cajas con juguetes. Una de las cosas que más le gusta a Luis es acercarse a esa estantería y tirar las cajas al suelo para sacar todos los juguetes. En el recibidor tenemos el mismo tipo de estantería, pero con libros y algunas bandejas decorativas. Esa misma estantería fue el nuevo descubrimiento de Luis y poniendo en práctica su entrenamiento para tirar las cajas de juguetes, se acercó a la estantería y tiró todo lo que había en uno de los huecos: ordenador portátil, tablet y bandeja de cristal decorativa.
Es una satisfacción enorme pensar que por fin a Holanda también ha llegado ese tipo de normalidad y que acaba de despertar un gamberrete holandés.
Estamos disfrutando de de esa normalidad como padres, pero también como hijo tengo la suerte de empezar a saborear una especie de normalidad que era mucho más difícil de alcanzar por no estar en mi mano.
Siempre me ha dolido más pensar en el sufrimiento de mis padres que en el mío propio, por lo que al llegar a Holanda, aunque sabía o esperaba que acabaría disfrutando de aquel viaje, temía que los abuelos no pudiesen hacerlo. Siempre he intentado transmitirles lo felices que somos en Holanda y que para nosotros la vida allí es tan placentera como en Italia, pero ha sido Luis quien realmente está consiguiendo que sus abuelitos empiecen a ver Holanda del mismo modo que lo hacemos nosotros.
Por mucho empeño que pusiese, siempre sabía que mis padres, aunque me viesen feliz con Luis, no paraban de preocuparse por él y por nosotros. Sin embargo, el otro día tuve una conversación muy bonita con mi padre que me hizo sentirme más tranquilo, más feliz. Le llevé a la sesión de hipoterapia de Luis y por el camino fuimos hablando de todos su avances. Hace menos de dos años no podía sentarse sólo en el suelo y teníamos que rodearlo de cojines porque se caía. Hace menos de medio año, soñábamos con que pudiese gatear, hace cuatro meses era imposible que se pudiese levantar el sólo y hace dos conseguir que avanzase con un andador era un objetivo inimaginable. Sin embargo, ahora se sienta con la espalda recta y si no controla el equilibrio y va a caer, tiene los reflejos para sacar la mano y recuperar la postura. Se cruza el salón gateando y ya se atreve a investigar por el pasillo y la cocina. Se pone cien veces de pie apoyándose sobre el mueble de la tele imitando a sus hermanos y ha conseguido dar los primeros pasos con un andador.
Cuando recordaba todo esto con mi padre noté como le brillaban los ojos por la emoción y como, sin ser demasiado consciente de lo grande que era lo que estaba diciendo, comentó que disfrutaba muchísimo de los avances de su nieto y que ya no sufrían tanto por él. Resaltó que ya no sólo cogía a Luis al brazo para darle mimos, si no que ahora también su pequeño holandés le respondía y que eso le llenaba de ilusión.
Así que, para rematar esas sensaciones, su nieto holandés le hizo un regalo: Al llegar a la sesión de hipoterapia Luis ya estaba montado en su caballo y al ver a su abuelito le tendió los brazos y estiró su cuerpo para que le cogiera en brazos. ¿Hay mejor regalo para un abuelo que sentirse querido por su nieto?
Empiezo a disfrutar de la sensación de que los abuelos no sólo se han adaptado a la vida en Holanda, si no que empiezan a disfrutar de la misma normalidad que nosotros vemos en ese país. Ya no se trata sólo de tener que aceptar que vivimos en Holanda, si no que empiezan a disfrutar de sus costumbres y se sienten tan cómodos allí como en Italia. Sin darse cuenta y gracias a los avances de su nieto, mis padres han conseguido el permiso de residencia holandés.
Papá, nunca se me olvidará el dolor desgarrador que sentiste cuando, todavía en el hospital, tuve que decirte que Luis podría estar postrado toda la vida en una cama. Nunca olvidaré como te abracé con la impotencia más grande del mundo por no poder calmar tu dolor mientras veía que te rompías por dentro. Esa misma impotencia se ha transformado en orgullo al pensar como tu nieto, con cada uno de sus logros, ha conseguido hacer que su abuelo vuelva a ser feliz. Sé que ver las cosas de forma positiva no es tu especialidad, pero ver que cuando hablas de Luis rompes esa norma y lo haces de modo positivo es lo más grande que podría suceder. Seguro que no eres consciente de ello, pero ya no recuerdo el último día en el que hablaste con pena de Luis y su evolución, lo que hace que me sienta plenamente feliz y me hagas disfrutar todavía más de esa querida Holanda que nos ha adoptado a todos. Sin tu felicidad en Holanda, la mía no podría ser completa. Muchas gracias por haber superado lo insuperable. Te quiero abuelito holandés.

Hola.
Este post estaba en el blog anterior y los comentarios que se muestran a continuación son una copia de los que en su día publicaron los lectores:
4 COMENTARIOS
1.
Rosa:
17 mayo, 2015 en 23:13
Me ha gustado mucho el post y aunque no haya comentado nunca antes…los anteriores post también me gustaron mucho, pero sobretodo lo que mas me gusta es como vivis vuestra vida, para mi lo vuestro es un milagro y una enseñanza de vida.Estas cosas que contáis los heroes de carne y hueso nos hacen intentar ser mejores personas.
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Luis Serra:
19 mayo, 2015 en 16:37
Hola Rosa. Muchas gracias por dedicarnos unos segundos escribiendo estas palabras. Nos alegramos mucho de que contar nuestra experiencia y como hemos aprendido a disfrutar de nuestro viaje os haga intentar ser mejores personas. Para nosotros es una satisfacción escribir como nos sentimos y poder darnos cuenta de que disfrutamos de la vida como no hubiéramos esperado cuando llegamos a Holanda, pero también es muy satisfactorio ver que os gusta conocer esas mismas experiencias. Nuestro héroe de carne y hueso es nuestro campeón holandés y también él hace que intentemos ser mejores personas.
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2.
Sonia:
14 mayo, 2015 en 23:28
Sin palabras.
Gracias por reflejar asi de bonito tus sentimientos.
Una mama Holandesa
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Luis Serra:
14 mayo, 2015 en 23:49
Muchas gracias, pero el mérito es de nuestros holandeses. Ellos son quienes lo hacen bonito. Mi único mérito es decidir compartirlo
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