Sonreír por las pequeñas cosas te ayuda a ser feliz.

17 octubre, 2013 . Una cucharada inesperada.

Me emociono con los pequeños detalles y eso me hace sonreír y disfrutar de la vida.

Mi pequeño holandés lleva luchando toda la vida sin dejar de sonreír y cada día que pasa le repito varias veces que estoy orgulloso de él. Todos los días hay algo nuevo que me emociona y que hace que quiera gritar al viento lo orgulloso que me siento de esa personita tan GRANDE. Una simple sonrisa de mi hijo hace que me alegre el día, pero no sólo las cosas grandes me hacen sonreír. Siempre estoy dispuesto a emocionarme y que cualquier detalle sin importancia me arranque una sonrisa y me de momentos de felicidad.

Este post no lo tenía previsto y la idea me llegó de repente ayer por la mañana. Sin embargo, por la tarde estuve apunto de abandonarla porque pasé por un momento de bajón bastante fuerte. Por suerte, Luis me ha vuelto a dar motivos para animarme a sonreír de nuevo.

Luis, además de su lesión cerebral, tiene un grave problema digestivo y desde los dos meses de vida vomita en casi todas las comidas. Llevamos casi tres años con esperanza de que su problema se solucione y después de cinco operaciones sin resultado no nos quedaba más opción que aferrarnos a cualquier cosa para seguir teniendo esperanza y ánimos para sonreír.

Tras casi tres años de lucha, seis meses en lista de espera, cinco horas de quirófano y seis días de hospital, ayer nos dieron el alta y con ella volvíamos a casa cargados de ilusión pensando en que por fin era la definitiva. Era difícil pensar eso después de otras cinco operaciones, pero por el mismo precio preferíamos sonreír y pensar de modo positivo. En este momento pensé en escribir este post y tenía muy claro como tenía que ser la presentación:

“Este post tiene un motivo totalmente contrario al primero que publiqué. En mi primer post indicaba que lo escribí en un día muy triste porque así me veía obligado a pensar de forma positiva y quería plasmar ese cambio de actitud. Sin embargo, por fortuna, este post lo escribo con una sonrisa, ya que hoy es un día muy feliz porque tras muchos meses de lucha, Luis parece que dejará de tener problemas digestivos. Por fin vemos la luz al final del túnel y mi pequeño holandés dejará de sufrir en cada comida. Además, viendo su evolución es posible que con el tiempo deje de comer por sonda y podamos alimentarle por la boca. Hoy, pese a que nos parecía imposible, hemos probado a ponerle una cuchara en la boca con un resultado inesperado: ¡Ha llegado a comer hasta cuatro cucharadas de puré! Es un día grande en la vida de Luis y en la de toda la familia y un motivo muy bonito para escribir este post.”

Sin embargo, pocas horas nos duró la alegría, ya que poco después de la merienda Luis empezó de nuevo con nauseas con el agravante de que ahora no podía vomitar. La operación que le hicieron era para evitar que tuviese reflujo y esto hace que le sea imposible vomitar. Sin embargo, al tener nauseas y no conseguir devolver lo que le molestaba, su malestar duró mucho más de lo normal dejándole totalmente agotado.

En ese momento se me puso todo muy cuesta arriba y veía imposible aferrarme a algo que me hiciese pensar en positivo. Hasta ahora, es Luis con su sonrisa quien nos da fuerzas a mi mujer y a mí para ver la vida de forma positiva. Sin embargo, al verle sufriendo y quedarse tan apagado no encontraba ningún apoyo para poder remontar el río sin hundirme. Mi balsa había volcado y no encontraba ningún chaleco salvavidas.

Como comentaba al principio, siempre estoy dispuesto a que cualquier detalle sin importancia me sirva como excusa para arrancarme una sonrisa. Me considero una persona que se ilusiona muy fácilmente y encuentra miles de cosas por las que sonreír y ver el día con actitud positiva. El caso más reciente que puedo destacar es este: el día después de la operación, mientras Luis estaba en la UCI a la espera de que le diesen el alta para llevarlo a la habitación, fuimos a hacer unas compras de pijamas para él y sus hermanos. Para ir más rápidos y no perder tiempo, mi mujer bajó del coche y entró al centro comercial mientras yo buscaba un sitio para aparcar. Al bajar del coche se me acercó una persona mayor preguntándome por una calle. La zona en la que estábamos no la conozco bien y desconocía la dirección que me preguntaba este señor, pero en lugar de cruzarme de brazos decidí buscarla en mi móvil. Localicé fácilmente la dirección y le mostré el mapa en la pantalla para que se ubicase mejor. Seguro que se sintió agradecido por mi ayuda y yo me sentí feliz por haber ayudado a esa persona hasta el punto de que lo primero que hice al ver a mi mujer fue contárselo con una sonrisa. Era algo sin importancia, un detalle que podría pasar desapercibido, pero me parecía algo bonito y quería compartir la sensación de bienestar que tenía para contagiarle mi sonrisa.

Sin embargo, anoche no conseguía encontrar ese detalle que me hiciese sonreír. Al estar tan dispuesto a encontrar cosas que me animen, todavía me pareció más grave la situación que viví ayer en la que no podía aferrarme a nada para animarme.

Por suerte, una pareja la forman dos personas y cuando una de ellas se hunde la otra saca fuerzas de donde no existen para poder sacarla a flote. Desde aquí aprovecho a dar las gracias a mi mujer porque ayer fue el chaleco salvavidas que me rescató del fondo del río.

Habíamos conseguido llegar a la orilla sanos y salvos, pero nuestras ropas estaban mojadas y tuvimos que pasar una larga noche a la intemperie, sin ropas de abrigo, sin una hoguera para calentarnos y sin un techo donde cobijarnos. Pero todos los días sale el sol y a estas alturas, si leíste mi primer post, sabrás quien es nuestro sol.

Luis nos ha despertado esta mañana y en cuanto nos ha dedicado su primera sonrisa hemos recuperado la fuerza necesaria para volver a tener la esperanza de que todo saldrá bien. En ese momento hemos empezado a pensar que lo que sucedió ayer podría haber sido simplemente algo puntual y que esta vez la operación no tenía por qué fallar. Anoche, por mucho que me repetía estas palabras y hacía lo imposible por creérmelas, no conseguía que la preocupación desapareciese. Pilar me ayudó a que el dolor pasase a ser preocupación, pero ni ella ni yo conseguimos convertir la preocupación en su parte positiva: esperanza. Con una sonrisa Luis ha sido capaz de lograr ese cambio sin ningún esfuerzo. Hoy hemos sido capaces de sonreír de nuevo gracias a él.

Pero los nervios estaban ahí, muy presentes mientras preparábamos la sonda y la jeringuilla para alimentarle. La parte positiva es que estaban acompañados de una esperanza que hacía posible que esos preparativos los hiciésemos con una tímida sonrisa en la boca. Me aferro a las cosas positivas e intento no pensar en las negativas a no ser que tenga que hacerlo para solucionarlas, pero no negaré que, pese a esto, hay veces en que es muy difícil hacerlo. Llegaba el momento crucial y, del mismo modo que hicimos ayer, hemos decidido acercar la cuchara a su boca para ver su reacción. Al ver que no la apartaba con ascos, como ha hecho durante casi toda su vida, si no que la abría para atreverse a probar lo que le dábamos, nos hemos aferrado con fuerza a la idea de que lo de ayer tenía que ser algo puntual. Simplemente ha probado una cucharada, pero lo que le hemos dado por sonda no le ha sentado mal, al igual que ha sucedido a media mañana. Sin embargo, lo mejor ha sido la sorpresa que nos ha regalado en la comida. Le hemos preparado puré y, cucharada a cucharada, ha sido capaz de comerse la mitad de su ración. ¿Cómo es posible que tras más de un año sin comer nada por la boca y con una fobia enorme a la comida, estando todavía recuperándose de una operación de estómago, sea capaz de comer y tragar por la boca? Y no sólo eso, si no que es capaz de hacerlo sin dejar de sonreír entre cucharada y cucharada. Es un campeón, al igual que todos los niños, sean italianos u holandeses, y todos deberíamos tomar ejemplo de cómo son capaces de superar los problemas. Seguiremos con nervios por si alguna de las próximas comidas le sienta mal, pero no vamos a perder el tiempo pensando en esas preocupaciones. De momento nos centraremos en disfrutar cada una de las comidas que le vayan sentando bien y lloraremos de emoción con cada cucharada que sea capaz de tragar. Llegará el día en que no serán cucharadas inesperadas, si no que se habrá convertido en algo normal en su día a día. Hasta entonces, en lugar de temer a que eso pueda acabarse disfrutaremos de que todavía está presente.

Todo el problema de Luis con las comidas ha sido muy difícil de llevar, pero gracias a buscar pequeñas cosas que nos ilusionen hemos tenido fuerza para intentar sonreír la mayor parte del tiempo. Además, tanto Pilar como yo siempre buscamos la parte positiva de todo y hemos llegado a ver una parte positiva en el problema digestivo de Luis: durante los primeros meses de vida de mi hijo fue cuando más difícil se hizo sobreponernos al hecho de que tuviese una lesión cerebral. Gracias a su problema con las comidas nos llegamos a centrar tanto en solucionar esta situación que nos hizo tener su lesión en un segundo plano e ir asumiéndola poco a poco. Siempre hay un lado positivo, pero tienes que tener ánimos para buscarlo.

Hace unos días publiqué en Twitter un tuit en el que decía: “un pequeño con el corazón gigante que pese a sus problemas no para de sonreír es mi ejemplo a seguir: mi hijo de 3 años”. Me reafirmo en lo dicho y me siento orgulloso de poder repetir aquí que mi hijo Luis, que tiene tres años y una lesión cerebral, es mi referente y la persona que tengo como ejemplo en la vida. Mi padre siempre ha sido el ejemplo a seguir para ser mejor persona y desde que nació Luis, mi peque se ha convertido en el ejemplo a seguir para no dejar de sonreír y ser feliz. Muchas gracias a los dos porque teniéndoos como referencia me hacéis la vida más bonita.